Comentario
Capítulo nono
De las cerimonias que hazían al romper del alva, y lo que hazían en saliendo el sol
Cuando ya quería salir el alva, a la hora que sale el lucero, enterravan las ceniças del sacrificio y las flores y las cañas de perfumes, porque celavan mucho que no las viesse algún inficionado de algún vicio, conviene a saber, algún amancebado, o adúltero, o ladrón, o jugador, o borracho. A todos éstos tenían por polutos, y no querían que viessen enterrar las ceniças del sacrificio. Después que havían enterrado estas ceniças, começavan luego a cantar y a bailar con el atambor y con el teponaztli, y cantavan algunos cantares que se llaman anauacóyotl o xupancutcati. En saliendo el sol, luego davan comida a todos los combidados, sin dexar ninguno, en sus aposentos; y luego les davan flores y carlas de perfumes. A la postre davan comida a los populares que tentan combidados, viejos y viejas. Y las mugeres llevavan cada una un chiqutuitl mediano lleno de maíz; llevávanlo puesto en el hombro; éstos eran para tamales.
Entrando en las casas donde suelen juntarse los combidados, que están cercados de un patio, como celdas, ponianse cada uno en su aposento. Estas mugeres, yendo a la casa del combite, iban de cinco en cinco y de seis en seis. Entravan a la casa de las mugeres, donde hazen la comida, y poníanse cabe las puertas, donde hazían el pan. Y tenían allí el maíz que havían traído, y después echávanlo sobre un petate, y luego les davan comida. Después de haver comido, no les davan cacao sino atuffi, que se llama chianpitzdoac. Dávanselo en unas escudillas que se llaman pochtecayocdxitl, pintadas de blanco. Estas mismás mugeres, antes de esto, havían dado cada cual una manta de ichtli al que hazía la fiesta para que comprassen leila para la comida y para ayuda de costa. Esta era costumbre entre todos los que hazían banquetes. Y también a los que murían davan estas mantas. Dezían que para embolverlos. Poníanlas encima del cuerpo, como ofrecidas. Cuando comían, cesava el baile y el canto; y por aquel dia no havía más.
Otro día siguiente comían y bevian y davan cañas de humo y flores. A estos que comían el segundo día escogíalos el dueño del combite de los más amigos y más parientes. Y si ninguna cosa sobrava para el segundo día, dezían los viejos que era señal de que no havía de merecer ningún bien temporal por aquella fiesta, porque havía venido cabal para el primero día el gasto, y ninguna cosa sobró para el segundo. Y si havía sobrado mucho de flores y de cañas y de comida y de bevida y de chiquihuites y de caxetes y de vasos para bever, en aquello entendían los viejos que havía de hazer otros combites, y dezían: "Hanos hecho merced nuestro señor dios en que este nuestro hijo, que nos ha combidado, ha merecido que hará otros banquetes andando el tiempo." Luego le llamavan, y puesto sentado delante de ellos, començávanle a hablar, según su costumbre, amonestándole y reprehendiéndole con asperura. Estas reprehensiones dezían que era para alargarle la vida. Y después de haverle bien xabonado y humillado, dezíanle palabras blandas y amorosas de esta manera: "Aquí estás, hijo nuestro. Hijo, para mientes que nuestro señor dios ha derramado su hazienda. No la has perdido, cierto, jugando, más hanlo comido y bevido algunos de tus padres y madres, los cuales llamáste a tu presencia, y a tu casa vinieron. Y por esto mira que no te ensobervexas ni altivezcas. ¿Encreírte has por esto? O por ventura començarás a regalarte en comer y bever y dormir. Para mientes, hijo, que no dexes los trabajos de los caminos y de los tratos, y de traer a cuestas las cargas, como de antes. Mejor te será, hijo, que mueras en alon páramo o en algunas montañas o al pie de un árbol o a par de un risco, y allí estén tus huesos derramados y tus cabellos esparcidos, y tus mantas rasgadas y tu mastle podrido, porque ésta es la pelea y la valentía de nosotros los tratantes, y por esta vía hemos ganado mucha honra y riquezas que dios nos ha dado a nosotros, que somos tus padres y tus madres. Y si trabajando de esta manera perseveras, aunque vayas muchas vezes a lexas partes, bolverás próspero, y veremos tu cara con goço, y frecuentaremos tu casa. Persevera, hijo, en tu oficio de caminar. No tengas miedo a los tropeçones del camino, ni a las llagas que hazen en los pies las ramas espinosas que nacen en el camino. Hijo nuestro, nota bien lo que te está dicho. Y con esto satisfacemos a lo que te debemos nosotros, que somos tus padres y madres, y tómalo como por una rica manta con que te cobras."